A continuación copiamos el artículo aparecido el 09/08/2009:
El proyecto que no pudo salvar a Catisa
Sale a la luz el plan redactado en 2007 para sanear la bisutera que no pudo prosperar por las deudas acumuladas
JORDI RIBERA En junio de este año la empresa bisutera Catisa cerró sus puertas definitivamente. Fue el fin de un proyecto con 55 años de historia que no pudo superar el envite de la actual crisis ni la deudas acumuladas por la gestión de años anteriores. Pero la situación pudo ser muy diferente si hubiera prosperado el plan de saneamiento redactado en 2007 y que preveía reflotar la compañía tras los avatares padecidos desde la crisis del año 2000. Un año antes se había realizado una gran inversión para poder trasladar la producción. La venta de la antigua sede obligaba a buscar un nuevo espacio y en 2006 se puso en marcha la nueva Catisa en un solar en el polígono de 4.825 metros cuadrados con una nave de dos plantas que se equipo con tecnología de última generación surgida de Industrias Aguinagalde. Fue una inversión conjunta de 1.604.000 euros. Era una apuesta arriesgada pero imprescindible que se adoptó en tiempos de Antoni Montserrat pero que, tras su fallecimiento, culminó Xavier Borbolla. La empresa venía de dos años de beneficios. En 2004 se alcanzaron unos resultados positivos de 1,5 millones de euros. En 2005 las cuentas registraron una ganancia mínima, pero los números aún eran verdes. Con estas perspectivas el plan de actuación de 2007 preveía, en primer lugar, amortizar la deuda pendiente con los organismos públicos. Entre Fogasa, Hacienda y Seguridad Social, la bisutera debía 1.349.000 euros ya que sólo había satisfecho 365.500 en los últimos meses. Prórrogas La gerencia de la bisutera contaba con un aplazamiento de los pagos que iba de 2005 a 2009 y se habían entablado negociaciones para una nueva prórroga que iba de 2007 a 2011. El objetivo final, según la empresa, era conseguir un nuevo aplazamiento o, incluso, la condonación de la deuda. Solucionar la cuestión de los acreedores era sólo una de las piedras angulares de la solución para Catisa. También se desarrollaron medidas para un control de gastos y se reestructuró la producción. La nueva maquinaria debía optimizar el espacio y mejorar la rentabilidad de los empleados. Pero la gran oportunidad se divisaba en las nuevas tecnologías. Se realizaron grandes esfuerzos en la comercialización de los productos. Se quiso potenciar internet como nuevo canal de ventas y de exposición de catálogos. También se dio un nuevo impulso a la expansión a nuevos mercados exteriores. Pero la crisis ya empezaba a asomar. La dura competencia de Asia impedía facturar al mismo nivel que los años anteriores. Los pedidos fueron decayendo hasta que la situación resultó insostenible. Los trabajadores que quedaban en la empresa mantuvieron una fidelidad a la misma que les llevó a estar cinco meses sin cobrar. Al final se tramitó un ERE en el mes de mayo de este año para toda la plantilla que pudo recibir el dinero adeudado gracias a la intervención del Fogasa. La antigua sede de Catisa se consideró en su momento un modelo a seguir por las industrias de la Isla. La empresa, surgida en 1954 de la unión de Miquel Carretero y Rafael Timoner tuvo un despegue espectacular. En seis años ya superaba los 80 empleados y en su época de mayor esplendor rozó los 160. A ellos hay que añadir numerosos colaboradores que trabajaban desde fuera de la compañía. Catisa les ofreció unas prestaciones innovadoras para la época como un bar, teatro, cine, pistas polideportivas en el interior de la instalación, economato, consulta médica y otros privilegios a los trabajadores durante las fiestas navideñas. Desde los sindicatos se considera que la gestión de Carretero y Timoner fue «paternalista» en el mejor sentido de la palabra y por ello no entraron en la empresa para defender a los trabajadores hasta que Josep Maria Drudis la compró en 1999. Las cuentas de Catisa reflejan que en todo el siglo XXI sólo cerró dos ejercicios en positivo. En 2004 y bajo la gerencia de Antoni Montserrat se consiguieron unos beneficios de 1,5 millones de euros. Al año siguiente, por unos pocos miles de euros, pero el saldo también fue favorable. En 2006 murió Montserrat y las cuentas iniciaron una caída de la que Catisa ya no se recuperó. Ese año se perdieron casi 100.000 euros. Los datos de 2007, 2008 y la mitad de 2009 obligaron a cerrar la fábrica. Aunque fueron peores los años previos a la llegada de Montserrat. En 2000 las cuentas reflejaron unas pérdidas que superaban el millón de euros. En 2001 los números rojos marcaban unos 200.000 euros y al año siguiente se situaron en torno a los 450.000 euros. 2003 marcó un balance de menos 300.000 euros.